martes, 28 de febrero de 2012

La reforma laboral española, la nueva esclavitud del siglo XXI


Siempre me ha gustado la pintura de Rubens. En relación al Saturno que podéis ver en esta entrada, pintado en 1636, representa al dios en plena vorágine comiéndose a uno de sus hijos, creo que cuando leáis el blog de hoy, comprenderéis porqué decidí que fuera esta y no otra la imagen que lo representara.

Siendo una persona con educación católica, una de las cosas que más quebraderos de cabeza me ha traído, es entender el libre albedrío. Cuando era pequeña, me decían que yo podía hacer cualquier cosa, incluso las malas, pero que recordara que alguien en el cielo veía todo lo que yo hacía, y que existía un angelito de la guarda que escribía en una libretita todas mis malas acciones. Cuando crecí, el angelito desapareció pero, yo no sé, si influenciada por la educación, o porque realmente tenía y tengo un buen fondo, seguí haciendo las cosas bien.

He trabajado mucho en mi vida. En verdad, he trabajado, aunque esporádicamente, desde los dieciséis, aunque jamás lo he necesitado, porque por suerte, tuve unos padres que podían permitirse que su hija estudiase, en vez de tener que trabajar para ayudar en casa.
A pesar de haber trabajado mucho, como jamás lo he necesitado, nunca me preocupé de mis derechos laborales, ni de que el sueldo fuera digno, incluso, ni siquiera me importó trabajar en lugares que distaban mucho de los estudios que había realizado, siempre y cuando, a final de mes, tuviera el dinero, que por aquel entonces, yo creía más que justo por el buen trabajo que hacía.
Pero la vida de cuento de hadas terminó. El trabajo se hizo importante. No por sentirme realizada, si no, porque cuando decides salir del nido familiar para formar tu propio nido, es indispensable poder aportar tu parte para sentirte útil y libre de alguna manera.

He conocido mucha gente buena en mi vida, y por supuesto, aunque al principio, me costó y mucho, reconocerlo, si miro atrás, he conocido mucha gente mala en mi vida. Podéis llamarme ilusa, podéis decir que vivo en Utopía, o que soy demasiado soñadora, pero durante muchos, pero muchos años, siempre creí que la gente que me rodeaba, era buena por naturaleza.
Pero hace mucho ya que descubrí que esto no era así, y para mi vergüenza, descubrí que el libre albedrío que Dios nos daba para que demostráramos lo buenos que podíamos ser sin estar supeditados a unas leyes divinas, hacía que muchos se pasaran por el forro, la bondad, la lealtad e incluso la legalidad, siempre y cuando esto hiciera que los beneficios de su empresa aumentaran más, más y más.

Cuando el trabajo se convirtió en una parte importante de mi vida, descubrí las leyes que protegían al trabajador. Pero con los años, recordé una frase que en alguna de las múltiples reuniones que mis padres hacían en su piso, con sus amigos, había oído de alguno de los abogados que a ellas asistían, que era: “Hecha la ley, hecha la trampa” y “Cuanto más dinero tengas, mejor justicia obtendrás”.

Desde que el PP ganó el año pasado las elecciones, que los aplausos y vítores de la patronal se venían oyendo.
Por ello, cuando he visto la reforma laboral “maravillosa” que ha decretado el gobierno y su presidente en representación, lo primero que he pensado ha sido que ya era hora que el lobo mostrara sus orejas, y lo segundo, que he de pensar algo para volver a ser empresaria, aunque la ultima vez, hacienda, los impuestos, y por supuesto mi propia inexperiencia, acabaron con ese sueño. Sueño en el que trabajé mucho y muy duro, en el que puse todos mis conocimientos de mis estudios en práctica, sonriendo a gente que me importaba un carajo, tan solo por el mero hecho de que el cliente siempre tiene razón, o porque ese déspota malcarado que tenía delante podía ser un importante proveedor con el que tenía que llevarme bien.
Tragué mucha bilis, y por ello comprendo el lugar de los empresarios. Entiendo que a veces estos se sientan con las manos atadas cuando un trabajador les ha engañado y no pueden despedirle sin darle una suculosa indemnización. Comprendo que cuando hay crisis, el gobierno ha de darles una ayuda para poder costear la bajada de ingresos, y comprendo que existe mucho “trabajador caradura” que se beneficia de esos derechos laborales sin habérselo ganado. Pero, lo que no comprendo es la total libertad que les han dado con esta reforma laboral, pues les han ofrecido el libre albedrío sin control alguno para poder despedir de la manera que ellos deseen a unos trabajadores que, (puede), que hayan dado mucho por la empresa.
El gobierno se escuda que ellos solo les han dado las armas, pero que el uso de las mismas, son ellos quienes habrán de decidir usar o no. Yo digo que van a pagar muchos justos por pecadores.

Entre otras cosas, desaparece la clasificación por categorías. Lo que a mi juicio, entiendo que significa, que si es deseo del empresario, un director comercial puede cobrar lo mismo que una tele operadora. También desaparece el optar a un puesto de trabajo superior para poder acceder a más sueldo, puesto que ahora, pueden decidir que pases de responsable comercial a director comercial con más trabajo, más horas, más responsabilidad, pero con la misma nómina.

Supongo que como todo en esta vida, existen buenos empresarios que tendrán juicio al usar ese libre albedrío, pero, así como existe el bien, existe el mal, y estoy segura que muchos serán los que usen esa reforma laboral para quitar de en medio a gente que, por su antigüedad, y por sus altos sueldos, (que bien se los han ganado por todo lo que han tenido que tragar), molestan a la empresa, pues es mejor sustituir a esas vacas sagradas, por jóvenes terneros que cobran la mitad, y que están tan acojonados, que por tener trabajo, se agarrarían a un clavo ardiente.

Es la regresión. El poder del miedo, y que me perdonen algunos, pero usar el miedo como arma de gobierno, me recuerda a una de las etapas más negras de España, una que muchos han olvidado, una que muchos desconocen, y que disfrazándola de democracia, nos la han entrado hasta la cocina, viendo ahora lo que realmente es: Una completa dictadura de derechas.

Solo me pregunto hasta cuando aguantara el pueblo. ¿Cuánto pueden forzar la máquina hasta que esta reviente?

Y sobre todo me pregunto, ¿cuántos de esos votantes del PP se van a encontrar muy pronto en la calle con una ridícula indemnización? Jamás en mi vida le he deseado mal a nadie y no voy a empezar ahora, pero es una pregunta que no puedo quitarme de la cabeza.

Slow Life.

sábado, 11 de febrero de 2012

¡España! ¿Dónde está tu justicia?


Hace tiempo que no escribo en el blog, porque me había prometido a mí misma no hablar mal del actual gobierno que reina en nuestra querida España, al menos hasta darle una oportunidad, que puedo asegurar no han aprovechado. 

Así que por mi parte; Abierta queda la veda.

Porque cuando despiertas con las injusticias de condenas absolutorias a unos ladrones que han llevado a la bancarrota a toda una comunidad, cuando ves sus risas y su satisfacción, cuando te das cuenta que en este país no existe la justicia; no te queda otra que escribir sobre ello, al menos hasta que alguien diga que se acabó la libertad de expresión, que aunque no quisiera ser agorera, creo que todo llegará.
Cuando te levantas y ves como condenan a un hombre que lucha por hacer justicia, jodiéndole la carrera e inhabilitándole por once años, (a pesar de que no estoy de acuerdo con lo que hizo, pues creo que el derecho a la intimidad de un prisionero con su abogado es sagrado). Cuando todos podemos suponer el porqué se le ha condenado, que no es sino porque en su camino ha sacado de la política a dos decenas de dirigentes del PP. Cuando todos podemos sospechar que a muchos altos dirigentes, no les gustó ni pizca que desenterrara el cajón de mierda de los asesinatos realizados por el régimen franquista, pues al parecer aún hay mucho cabrón suelto, y mucho mal nacido por este país que se cree que va a salir indemne de todo lo que en esa época ocurrió; no te queda más remedio que escribir sobre ello. 

Y escribes, y hablas, y comentas con tus amigos, y discutes desaforadamente porque no hay dos personas, (por suerte), que piensen igual.

Los de derechas, (que sí, que también tengo amigos que limitan es ese grupo), dicen que la memoria histórica es una estupidez, que la gente ha de olvidar y perdonar. Pero yo les digo, que cuando no sabes donde está enterrado tu padre, fusilado por pensar de manera diferente, nadie puede exigirte que perdones. ¿Quiénes son ellos para pedir eso? ¿Acaso han pasado por ello? ¿Acaso son capaces de ponerse en la piel del que busca a un familiar? 

Aunque parezca que no venga al caso, el otro día hablaba con un amigo sobre la guerra entre serbios y albanos. Si bien es muy parecido a lo que ocurrió aquí en España no hace tanto, y que yo como catalana debería apoyar a los albanos kosovares, que son los que quieren deshacerse del yugo serbio para ser independientes, no estoy muy segura de poder apoyar esa causa al 100%. No porque no crea que cualquier nación, que así lo decida, pueda pedir la independencia, si no, porque sigo pensando que una guerra es cosa de dos partes, y que no es la vía para conseguir ser independientes. No hay buenos o malos, no hay vencedores o vencidos. En una guerra, solo pierde el pueblo, la gente que vive el día a día, la gente que ha de convivir con vecinos que piensan de forma diferente a ellos.
Europa sentenció, ya hace mucho, que los serbios eran los peores. Que sus crímenes contra la humanidad fueron actos terroríficos y deleznables. Yo, que he estudiado y mucho sobre esa guerra, pues en mi primera novela, aunque solo paso rozando el tema, mi protagonista nace en esa tierra, durante ese conflicto, sé, que aunque lo que hicieron algunos serbios fue horrible, lo que hicieron algunos albaneses, algunos croatas y algunos bosnios, no fue mejor.
Supongo que nadie debe ser tan mezquino de pensar que no murieron también serbios en esa guerra. Aunque, ¿qué más da a que nación pertenecieran? Muchas vidas humanas se perdieron en esa batalla. Muchas vidas humanas se pierden en cualquier guerra, tan solo por la mezquindad y la locura de unos hombres que deciden cambiar el mundo a peor con obligaciones, prohibiciones, y leyes que recortan los derechos humanos de libertad, religión, lengua y costumbres.

Parecido fue lo que en España vivimos no hace tanto. Lo que nos diferencia, es que a nosotros no nos salvó la tan querida Europa, nadie ayudó a las minorías españolas a quienes recortaron el derecho de su lengua y sus costumbres, y nosotros, o mejor dicho, nuestros padres y abuelos, claudicaron y aguantaron más de 40 años el régimen de Francisco Franco.
Y al final todo pasó y llegó la libertad. Algunos perdonaron, otros no olvidaron, otros se creyeron libres de culpa y pecado, pensando que habían hecho algo bueno por su país, hasta que llegó la memoria histórica, y la gente, sabiendo que la ley les acompañaba, sabiendo que como hijos de las víctimas del franquismo tenían derecho a saber que había pasado con sus familiares, de los que no sabían ni siquiera donde estaban enterrados, pidieron justicia.
Y hubo un hombre que quiso dársela. Hubo un hombre, un HOMBRE con mayúsculas que quiso darles la paz que tanto ansiaban aquellas víctimas. Pero a él, a él lo inhabilitaron. Si, sé que este señor se pasó por el forro el derecho de la intimidad de los prisioneros al hablar con sus abogados, (cosa que aún no entiendo porque hizo), porque en justicia no todo vale, y sé que se merecía un castigo.
¿Once años? Por Dios, ¿es que nos hemos vuelto todos locos? ¿Once años, cuando dejan libres y sin cargos a los ladrones y estafadores que han arruinado a toda una comunidad haciendo que quede en bancarrota?

No entiendo este país. Intento entenderlo, y aunque creo que estoy dotada de una inteligencia y de una mente abierta a muchas cosas a los que otros se cierran, no entiendo este tipo de justicia. ¿Por qué esa brutal sentencia? ¿Por qué juzgar a un juez por hacer su trabajo? Puede que, a lo mejor, después de la memoria histórica tuviera pensado en ir más allá. Si no es por eso, no entiendo esa desmesurada sentencia.

En la conversación con ese amigo, él me dijo una cosa que me hizo pensar. Me dijo que la guerra entre serbios y albanos jamás terminaría, pues al decidir Europa que los serbios eran los malos, no permitieron que el curso de la guerra siguiera y no dejaron que, como aquí en España, hubiera un ganador y un perdedor. Aquí todos lo tuvieron claro, más que nada porque si no lo creías así, o te ibas del país, o morías fusilado. Allí, aun hay gente que se cree que merecía ganar la guerra, y otros, que saben, porque Europa se lo ha dicho, que ellos son los ganadores, pues fueron, son y serán eternas víctimas.
El ser humano está necesitado de justicia y tiene su proceso para poder llegar a perdonar y olvidar, cosa que no puede ocurrir hasta que los muertos descansen en paz, hasta que los hijos y nietos de esas víctimas encuentren lo que buscan. Ahora, ¿quién les dará lo que tanto necesitan? ¿Es que acaso habrá otro juez que quiera jugarse su puesto por impartir la justicia necesaria?

Y a los que piensan que soy injusta con estas palabras, a los que creen que no me entero de la misa la mitad, a los que discurren que junto churras con merinas, solo les diré que esto es lo que yo pienso, y que por suerte, aunque no sé hasta cuando, aún tengo derecho a la libertad de expresión.

Estamos gobernados por un séquito de payasos y bufones. ¿Es que acaso no existe en este país un político justo y bueno? ¿Es que acaso están buscando volver al pasado y que el pueblo se levante harto de los recortes de sus derechos más esenciales? Un trabajo digno sin estar subyugado bajo unas leyes que defienden más al empresario que al trabajador. Una vivienda de precio justo. Unas hipotecas que no permitan que los bancos sean cada vez más ricos y el pueblo cada vez más pobre. Una salud pública y de calidad. Una justicia que ponga a los verdaderos criminales, aquellos que se aprovechan de su cargo para llenar sus arcas privadas, en su lugar, que no es otro que la celda de una prisión.

Rezo cada día para que el pueblo siga aguantando, pues no sé si estoy preparada para una guerra, y en verdad, no creo que España esté preparada para un nuevo conflicto. Pero lamentablemente, sigo pensando lo que la mayoría de europeos piensa de nosotros, que somos un país de toros y pandereta. Un país sin justicia. Un país donde te dejan libre porque no hay pruebas suficientes de cohecho y desfalco, y que en cambio te condenan a once años de inhabilitación para que dejes de molestar.

Qué triste es hacerse mayor y darse cuenta de que todo lo que te contaron no existe, pues en el mundo de los mayores, no hay justicia.

¡Slow Life!
Al menos hasta que nos dejen.