jueves, 17 de noviembre de 2011

Envidia y cobardía, las hijas del diablo


Durante mi infancia me crié en un estricto colegio de monjas femenino, donde estoy segura que me enseñaron muchas cosas que me han servido en mi vida, aunque ahora no se me ocurre ninguna. Uno de mis recuerdos es para las clases de religión, donde nos enseñaron que el diablo tenía patas de carnero, cuerpo de hombre y cuernos retorcidos de cabra.

Cuando pasaron los años y siendo mis clases favoritas la de historia, y la de historia del arte, me aficioné a la mitología, y descubrí que aquel diablo que me habían descrito las monjas en su día, no era más que el dios Pan de la mitología griega, o Fauno, en la romana.
Para aquellos que no conozcáis esas leyendas, os contaré que el dios Pan, era el dios de la fertilidad y la sexualidad masculina desenfrenada. Disponía de un gran apetito sexual, y todo lo que hacía en su vida, era tocar su zampoña, un instrumento musical con el que las ninfas que vagaban por el bosque quedaban encandiladas hasta tal punto de cegarse, y no ver su fealdad hasta que era demasiado tarde y las tenía en su poder.

Seguí acumulando años, y alguien me dijo una vez que el diablo no existía y que era un invento humano para que los niños se portaran bien. Con la educación que yo había tenido, me costó creerlo, aunque como siempre, yo estaba abierta a escuchar las distintas opiniones sobre ese tema, pues creo que es así como te forjas tus propias ideas.
Indagando sobre el tema, un amigo mío que estudió teología, también me dio su punto de vista, diciendo que aquellos que cuentan que el diablo no existe, deben tener mucho cuidado, pues son ellos los más vulnerables para que se apodere de sus almas. Aquello me sorprendió, pues pensando que según la religión católica, nuestra alma no nos pertenece, jamás entendí como se puede apoderar de ella el maligno, si nosotros no tenemos la potestad para venderla.

Siendo yo una persona abierta a cualquier idea, menos a las que me parecen retrógradas y necias, como son aquellas que coartan la libertad del individuo a pensar y a hacer lo que verdaderamente quiere hacer, por motivos sociales, religiosos o culturales, no deja de extrañarme, como l@s hij@s del maligno, nos rodean en nuestro día a día.
Una de sus preferidas, es la Envidia. ¡Qué arma tan poderosa tiene el mal con ella! Es sibilina, sigilosa y se va metiendo en la vida de las personas hasta que ennegrece su alma y por ende su corazón y su mente.

Mi abuela me decía muchas veces, que para ser feliz en esta vida, el secreto era no envidiar a nadie, pero que nadie me envidiara a mí. Si bien es algo que jamás he buscado, (que me envidien), ya sea por h o por b, al parecer, tengo algo en mi vida, que siempre, quiera o no, envidian los que me rodean. A ver, aclaremos este punto. No es que yo me sienta envidiada, pues mis amigos, aquellos que son de verdad, no lo hacen. Y por supuesto, yo no quiero ser envidiada, pero al parecer, disponer de una mente abierta, ávida de aprender, de saber, de conocer, de experimentar... Tener una vida liberal, distinta a la que la sociedad a veces quiere imponernos, de una familia espectacular en la que siempre me he apoyado y que siempre estará a mi lado... El tener a un hombre maravilloso, de aquellos que cuando Dios fabricó, rompió el molde, porque solo podía haber uno. Que tiene su puntito de maldad, de rebeldía, de libertad bien entendida. Que disfruta de la vida sin importarle el mañana, que me adora pase lo que pase, pese a quien le pese y pete quien pete, y que desea acompañarme en este camino que es la vida, porque ama lo que soy, sin querer cambiarme... El ser un espíritu libre que va con la verdad por delante, que no se agarra a los hierros candentes de lo políticamente correcto... Todo esto que ahora os cuento, al parecer, jode a aquellos hijos de la envidia que no son nada, porque nada tienen.

Otra de las hijas favoritas del mal es la Cobardía, y por tanto, esta va unida a su hermana, apoderándose de los que siempre han caminado por sendas recorridas con anterioridad por otras personas, porque son tan cobardes que no osan caminar por nuevos caminos, no vaya a ser que sus plácidas y tranquilas vidas se desmoronen.
Son personas infames, necias, incultas, retrógradas, que coartan su propia existencia con normas absurdas que en realidad no quieren seguir. 

Pero... ¡Esperad! ¡Aquí viene lo mejor! 

Esos envidiosos y cobardes, corroídos por el maligno, tienen el corazón tan negro, que además de tener unas patéticas vidas, desean que todos seamos como ellos, e intentan cortar las alas de esos espíritus libres con amenazas ridículas, cuando no se dan cuenta, que la libertad que nosotros poseemos, se basa en la total sinceridad, y que los que nos rodean, lo conocen TODO sobre nosotros, absolutamente TODO y que lo aceptan, pues ellos son igual que nosotros y pertenecen a esta élite de almas libres que vuelan sin pensar en lo que dirán y que abanderan una frase que me encanta:

-SI NO TE GUSTA COMO VIVO, MIRA HACIA OTRO LADO,
PERO DEJA DE TOCARME LOS COJONES–

¿Sabéis algo que une a esos envidiosos? A parte de unos pensamientos negros que a nosotros ya no pueden dañarnos, pues aprendimos a estar por sobre de estas nimiedades.
La incultura, la infelicidad, una latente soledad interior que va destrozando sus corazones y por supuesto, la imbecilidad de creer que bajo el anonimato, (hoy en día eso no existe pues teniendo buenos contactos enseguida puedes conocer a quien pertenece una IP), pueden decir sus sandeces y escupir su mierda sobre alguien que ha sido, es y será feliz siempre. Por nosotros y por supuesto por ellos, pues en el fondo nos dan mucha pena esos seres desgraciados que no tienen nada más que hacer que volcar sus frustraciones en la gente de pensamiento liberal.

¡¡SLOW LIFE!!

P.D: Aseguraros de vivir esta vida tal como deseáis, porque es la única que tenéis. Besitos!!!

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