martes, 13 de septiembre de 2011

Reírnos de todo, incluso de lo que no es correcto


Hace unos días me preguntaba si se puede hacer broma de cualquier cosa.

Entrando de nuevo en el tema, me lo preguntaba porque en esto de la libertad humana, nadie sabe dónde está el límite, ya que cada ser humano tiene una escala de valores diferente.

Es curioso que los programas televisivos más vistos de nuestra actual televisión son aquellos que "en teoría deberían hacernos reír" juntamente a la ya mítica telebasura que nos acompaña desde hace ya unos cuantos años.

Tal como comentaba hace unos meses en este mismo blog, los anuncios y en este caso, (la televisión), muestran como es la sociedad de cada época, con lo cual pienso que la gente que dentro de muchos años estudien como eran los humanos que vivían por allá el 2011, deberán creer dos cosas:
            
- O que éramos sumamente cómicos y nos reíamos de absolutamente todo.
- O que ante la gran crisis que el mundo estaba pasando, la gente sólo quería olvidarse de los problemas y dedicar su tiempo a reírse de todo lo malo que sucedía a su alrededor.

Aunque... Supongo que es normal cuando llegas de trabajar durante ocho o diez horas, de aguantar un interminable viaje en metro o bus, o varias horas de caravana, que lo único que no quieres, es poner la tele y ver como los países rescatados se hunden sin remisión, como el hambre extermina a miles de personas en África, como los delitos de los políticos quedan impunes, y sobre todo, como la gente lucha por un trabajo digno, con un sueldo digno y unas condiciones dignas. Supongo que a lo único que llegas, es a pensar, suerte que no me ha tocado a mí.  

Para ser sincera, yo no veo esos programas pues prefiero una buena película, pero en definitiva es la misma acción, entrar en un mundo que no es el tuyo, dónde el bueno siempre gana, las cosas siempre acaban bien y los protagonistas salen airosos de situaciones en las que normalmente cualquiera de nosotros sucumbiríamos a manos de los malos.

La entrada de hoy, viene a que el otro día, haciendo un poco de zapping, me paré a escuchar un monólogo de una comediante, que si bien intentaba hacer reír, a mí no me hizo gracia. Era sobre las personas que envían esos mails realizados con power point, con música tranquila y frases bonitas. Pero... que queréis que os diga, no sé si fue por el tono, o por el mero hecho de ridiculizar el trabajo de otra persona, que me sentó mal. Pensé que ese monologo de humor, era como ridiculizar la letra de una canción, las páginas de un libro, las frases de un poema o las pinceladas de un cuadro.

Vuelvo a preguntarme:

- ¿Podemos reírnos de absolutamente todo?

En este caso era una tontería, pero todos sabemos, que a veces, en nombre del humor y de la libertad de expresión, la gente cruza límites que no debería cruzar.

Pues... Me va a perdonar señora mía, pero a mi parecer, aunque a veces esos power point resulten algo molestos, en otras ocasiones te hacen conectar con tu yo interior, o te recuerdan que hace mucho que no llamas a gente querida, que no sabes de aquellos amigos que viven lejos... O incluso te hacen descubrir voces maravillosas en canciones jamás oídas, o te descubren grandes escritores que desconocías porque su tiempo ya pasó.
A mí me gustan esos power point, porque de vez en cuando te arrancan una sonrisa, o te hacen pensar en todo lo bueno que tiene la vida.

¿Que no necesitamos esos mails para saber todo eso? Puede ser, pero con tantas desgracias que están ocurriendo en el mundo, ya está bien, que de vez en cuando, llegue a nuestros correos algo con imágenes bonitas, realizadas por fotógrafos anónimos fantásticos.

Esa comediante se burlaba de esos mails y la gente que los crea, pero supongo que no se paró a pensar que haciéndolo se estaba burlando, tal vez, de las frases de Rabindranath Tagore, Premio Nobel de literatura en 1913, o de las imágenes de Nikki Kahn, Carioti Ricky, y Guzy Carol, Premio Pulitzer de fotografía del 2011, o quizás de música realizada por Enya o por Hayley Westenra, grandes voces de nuestro panorama musical.

Seguro que no era su intención, y seguramente cuando escribió ese monologo le debió parecer sumamente divertido... Bueno, la verdad es que la gente del teatro se rió, así que a lo mejor la que no le vio la gracia fui solo yo.

Mira tu... Qué va a ser... Qué a estas alturas de la vida tengo yo que aprender a reírme de la ídem...

Si fuera así. ¡¡Vaya faena!! ¿No?

Slow Life queridos, queridos lectores.

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