martes, 12 de julio de 2011

Viena, la Capital del Imperio Austrohúngaro

Guten Tag!!!!

Os saludo en alemán en un martes de oscuro cielo que lleva amenazando lluvia desde que se ha levantado, con la resaca aún de un precioso viaje a Viena, y avisándoos de que las entradas de hoy y de mañana van a ser algo más largas de lo normal, pues van a ser las únicas de esta semana, ya que en mi afán y necesidad de vacaciones, me vuelvo a ir el jueves, esta vez a un destino secreto, del que no os voy a hablar, pues pertenece a mi intimidad familiar.

Si dicen de París que es la ciudad de la luz, se podría decir que Viena es la ciudad de los espacios abiertos, de los edificios suntuosos, del respeto y del Danke sehr / Bitte sehr.

Pero... dejad que comience por el principio:

Dicen que los escritores debemos viajar a los lugares para poder inspirarnos, aunque a mi modo de ver, si tienes una imaginación tan privilegiada como la mía, no hace falta viajar para que la inspiración aliente en ti una historia, que a veces incluso, es mejor que la propia realidad. Pero si hay una cosa que si he de reconocer, es que cuando viajas, puedes sentir algo que ni siquiera tus pensamientos podrían imaginar, y es el olor de los lugares.

Hay varias cosas que me sorprendieron de Viena. Lo primero su olor, pues en cuanto pisas el centro histórico, te embriaga el olor a dulce de la Tarta Sacher y del Kaiserschmarrn, (de los cuales hablaré mañana), pero el problema, es que, como sigues andando por el centro histórico, ese olor pronto termina para encontrarte con uno menos agradable, que es el olor a heces de caballo de todos los carruajes que aparcan en Michaelerplatz. Igualmente, he de decir, que es curioso como tu olfato llega a acostumbrarse, y pronto dejas de notarlo y vuelves a oler a dulce y postres, aunque me imagino la vida en esa, o en cualquier ciudad durante el siglo XVIII, y veo con acierto la invención de los perfumes como una necesidad para sobrevivir.

Volviendo a las cosas que me impresionaron de Viena... ¿Si te dijeran que puedes andar libremente por el metro o el tren sin tener que marcar el billete y sin tener que pasar por ninguna barrera cerrada, (aunque dispusieras de las maquinas para hacerlo), comprarías el billete?
Yo no sé si los vieneses lo hacen, lo que si sé es que no hay ni un solo control ni en el metro, ni en los trenes, y que la única “barrera legal“, (que nadie usa), es esta que os muestro en la foto.


Con lo cual, ni siquiera tuve que validar la tarjeta de transporte de 72h que me recomendaron comprar en cuanto mi avión aterrizara, cosa que no me molestó, aunque viera el poco caso que hacía la gente de la pobre máquina.
He de decir también, que durante todo mi viaje, no vi ni un sólo policía. Ni de tráfico, ni vigilando los edificios oficiales, ni siquiera en el parlamento, ni en el ayuntamiento. Ni militares, ni vigilantes. En estos tres días sólo vi a un tipo con pistola, y fue el vigilante de una joyería especializada en diamantes.
Pero... Es que lo más curioso es, que a pesar de la falta de vigilancia, no contemplé ni un robo a turistas, ni un trilero, ni una pelea en la calle o en el metro. No vi rateros, (viviendo en Barcelona, lamentablemente sé reconocerlos), sólo un mendigo al que inmediatamente los camareros hicieron fuera (siempre con respeto, eso si). La verdad es que por no ver, ni siquiera vi gente mal vestida, (a parte de los turistas japoneses).
¿Puede la sensación de sentirte libre enseñarte a comportarte o incluso inculcarte de que forma has de actuar? No lo sé, pero todos eran impresionantemente correctos.

Hubo muchas cosas que me impresionaron, pero he de destacar tres que lo hicieron sobre manera. Una, la gran cantidad de turistas árabes que había, (pero no de los que se ven en España, si no de aquellos que llevan a las mujeres tapadas, a las que no se les ve más que los ojos). La verdad y me vais a perdonar si no lo entiendo, y sin querer entrar en este tema, pero quedé muy impresionada de la cantidad de este tipo de turista y de lo poco que parece importarles a ellas tener que llevar esos sacos que las convierten en unos seres sin formas, siempre y cuando puedan llevar sus tejanos de marca debajo. 
La segunda fue, que no se puede hacer ni fotografías ni vídeo dentro de los museos. Como mi alemán es, no limitado, si no nulo completamente, me quedé con las ganas de preguntar porqué no se podía plasmar un recuerdo de los palacios donde vivió Sisí y el emperador Franz Joseph o sus congéneres, pero pronto salí de dudas, cuando comprobé que todas las ventanas estaban entornadas y que la luz dentro de las salas era bastante limitada, para proteger, sin duda, aquellos muebles, cortinas, ropajes, y demás utensilios, que a mi ver, eran completamente auténticos. Y recordé que por ejemplo en Versailles, la mayoría de muebles y utensilios, son réplicas de los auténticos, ya que durante la revolución francesa, el pueblo robó los originales, y muchos de ellos ardieron en las piras de la venganza. 
Lo que si me pregunté, es que diferencia al turista que va a Francia del que va a Viena, pues si bien no se podía hacer fotografías, no vi a nadie haciéndolas de “estrangis“, cosa que por ejemplo en París si que vi, por ejemplo fotografiando a la Mona Lisa de Da Vinci, cuando en verdad no se la puede fotografiar, o en alguna sala de los palacios donde a pesar de no poder hacer fotografías, vi incluso flashes disparados con muy mala leche. ¿Qué ocurre? ¿Qué el turista que va a Viena es más respetuoso? ¿Es que los Austríacos imponen más que los franceses? Yo eso no lo sé, pero la verdad es que disfruté mucho con este viaje, donde la gente se comportaba de un modo correcto en todo momento, sin que nadie se lo tuviera que prohibir o sin que nadie se lo tuviera que recordar. 
Por último, la tercera cosa que me impresionó fue la gran cantidad de obras que hay en la ciudad. Es una pena, y supongo que fue mala suerte coincidir con ellas, pero hay un montón de zonas de la ciudad que están cubiertas o levantadas. En la fotografía siguiente tomada desde lo más alto de la torre del Duomo de St. Stephans podéis comprobar a lo que me refiero, y eso, que sólo es una parte de todas las que hay.


Igualmente he de decir, que a pesar del bonito viaje, creo que Viena no está preparada para el turismo, o incluso, siendo sincera, podría decir, no para aquel que no sepa hablar alemán o inglés, entre el que me encuentro.
Todo está en alemán, por supuesto, pues es su lengua, pero, es que incluso en los restaurantes, como mucho, encuentras la carta traducida brevemente, (sólo los platos típicos), al inglés o al italiano, y los camareros sólo hablan además del idioma de su país, el idioma internacional por antonomasia, que es sin duda el inglés, (ya me lo decía mi madre que con el inglés puedes ir a todas partes), puede que le haga caso en próximas ocasiones, aunque creo que la ciudad debería adaptarse un poco más al resto de la Europa turística y sobre todo, deberían mirar las traducciones de las audio guias en español que dejan bastante que desear.

Supongo que en mi mente crítica siempre puedo encontrar algo que mejorar, pero eso no quiere decir que no sea tan solo mi opinión, ya que no puedo decir nada malo de Viena, a pesar de no entender su idioma. Por ello y para que no os pase lo que a mi, (que dependí en mi totalidad de una amiga que si habla alemán, puesto que es nacida en ese país), os dejo una breve guía de consejos y de cosas que ver y que no de esta preciosa ciudad.

Consejos para sobrevivir en Viena:

1º Llévate mucho dinero - Viena es una ciudad cara, (no tanto como París), pero casi roza sus límites. Además si quieres comprar los dulces típicos de la zona, pueden llegar a cobrarte unos treinta euros por una pequeña tarta, o quince por unos típicos bombones con la cara de Mozart en el papel.

2º Ves con poca ropa - Yo no sé si es que en Julio hace un calor extremo en esa ciudad, o si es que he cogido alguna ola de calor, pero hace un calor horrible y un bochorno aún peor. Eso si, coge una chaqueta, porque los aires acondicionados de tiendas, y sobretodo de los museos, (de algunos, que en otros te ahogas del calor), están altísimos.

3º Elige un buen calzado - Ni sandalias de tacones, ni bambas cerradas, (a no ser que quieras llegar al hotel con los pies encharcados, por el calor que hace). Un buen consejo es que te hagas con unas sandalias planas y abiertas o unas flip flop, que vale, si, no son nada elegantes, pero tienen sus ventajas.

4º Aprende palabras básicas - Pongo pronunciación y significado entre paréntesis:
Grüß Gott (Gruusgot – Hola. Modo informal)
Tschüß (Chuus- Adios. Modo informal)
Guten Tag (Se pronuncia como se escribe - Hola. Modo formal)
Auf Wiedersehen (Oufiderzen – Adios. Modo formal)
Entschuldigung (Se pronuncia como se escribe – Disculpe...) Se usa para disculparse o para preguntar algo.
Danke sehr (Dankeshen - Gracias)
Bitte sehr (Bitteshen - De nada. Contestación a Danke sehr)
Bitte (Se pronuncia como se escribe - Por favor)
Y para que no os deshidratéis:
Ein Wasser, bitte – Un agua, por favor.
Si hablas inglés tampoco tendrás ningún problema para que te entiendan.

5º No te preocupes si los austríacos no te sonríen - Creo que la palabra sonrisa no está en sus diccionarios, a no ser que hables alemán. Lo que no quiere decir que no sean correctos y respetuosos.

6º Acostúmbrate a sus horarios - Sobretodo si quieres cenar en lugares típicos, pues hacia las once, once y media de la noche cierran cocinas y hacia las doce cierran las puertas de los locales, (cosa que si vas a cenar tarde, evita que puedas hacer lo que en mi tierra se llama “el resupó“ (que no es si no quedarte hablando y charlando hasta tarde, mientras te tomas un licor).

Cosas que vi en Viena y me gustaron, (recordar que no hay fotos del interior):

El Palacio Imperial de Hofburg – Residencia de varias generaciones de emperadores. Se pueden visitar los salones imperiales y el museo de Sisí.

 Palacio de Schönbruun - Patrimonio de la Humanidad desde 1996. Es un imponente palacio utilizado como residencia de verano por diferentes familias reales. Tómate unas cuatro o cinco horas y visita los jardines. Verdaderamente impresionantes.

 
Palacio Belvedere. Alberga la galería de arte austríaco y muy a mi pesar y acostumbrada a visitar el Louvre, creo que se queda muy corto en obras de arte, pues a parte de “El beso“ de Klimt, los retratos de Winterhalter, y una obra de Franz Eybl, llamada “Niña leyendo“ (que aunque no pude fotografiar, os he buscado por Internet, para que podáis verla), no hubieron muchas más obras que me transmitieran algo verdaderamente especial.



Hundertwasser Kunstbauwerke (Edificio de arte de Hundertwasser) – Lamentablemente, a este artista se le compara con Gaudí. Siendo de Barcelona y a pesar de que es muy curioso el edificio, me parece una verdadera vergüenza la mera comparación, pero como para gustos está todo escrito, supongo que el tiempo pondrá a cada cual en su lugar.


El Duomo de St. Stephans – Realmente, vista una catedral, vistas todas, pero si queréis disfrutar de unas vistas magnificas sobre Viena y no tenéis vértigo o claustrofobia, debéis subir a las torres.

Cosas que dicen que has de evitar pero que a mi me encantaron:
El paseo en coche de caballos: Dos recomendaciones: Evita las horas de pleno sol y si no hablas alemán, con veinte minutos basta, pues el cochero te va informando, muy brevemente de las cosas que ves, pero le falta bastante para llegar a guía turístico. El paseo en si, te muestra cosas que ya has visto a pie, pero el traqueteo y el sonido de los cascos de los caballos cuando entra en los adoquines de piedra de las calles del centro histórico, te traslada por unos momentos a la Viena del pasado haciéndote sentir un poco, Sisí Emperatriz.

Cosas que me perdí pero que me hubiera gustado visitar:
La Opera de Viena – Existen visitas guiadas en alemán e ingles. Si quieres asistir a una opera de las buenas, te recomiendo reservar con antelación. El mismo día te puede salir carísimo y aunque son bastante respetuosos, delante del edificio, puedes encontrar al menos diez seudo Mozart vestidos de época, que intentan venderte tickets para la representación de la noche.
El parque Prater – Uno de los mayores parques de Viena que dispone de su propio parque de atracciones entre otras muchas cosas. Si quieres encontrar austríacos durante el fin de semana, dicen que este es un buen lugar.
El río Danubio – Sólo pude verlo de “resquillada“ durante el viaje en el Redbus y aunque no parece que la ciudad viva a su alrededor, (como París), parece que tiene mucho más que enseñar que lo que ha primera vista se ve. Al parecer existen paseos por el río que, aunque sólo fuera, para tener unas vistas diferentes de la ciudad, hubiera podido estar bien.

Cosas que vi y que pude evitar:
El paseo en el RedBus – Mucha calor. Esperas de veinte minutos a pleno sol. Lo único que vale la pena es el audio guia que va bastante al unisono con lo que estas viendo, pero si no te pones cerca de la ventana, no hay manera de conseguir buenas fotos.
La cripta de la Iglesia de los Capuchinos – Aquí están enterrados todos los Habsburgo. Antiguos y actuales. Es un cementerio tétrico, oscuro, algo terrorífico. Con un empleado muy raro que te mira algo babeante y con cara de trastornado, donde lo único que ves son féretros de hierro y mármol que parece que acaben de llegar. La verdad es que a parte de la tumba de Sisí, (que incluso tampoco), yo hubiera querido evitar esa visita.

Puede parecer que Viena no me ha gustado y nada más lejos de la realidad, aunque definitivamente, me quedo con París. Pero comparaciones a parte, he de decir que los palacios son impresionantes, los jardines eternos, y la ciudad está tan limpia que seguro que se te cae un papel al suelo y te dan remordimientos. La mejor parte por eso, la que os contaré mañana, pues tampoco quiero aburriros con una historia interminable sobre esta ciudad. Eso si, Viena es un lugar indiscutible para el Slow Life. No tengas prisa por visitarla, por las colas o por el servicio en los restaurantes, por que ante todo, están llenos de mucha calma. 

Langsam Leben!!
O lo que es lo mismo, Slow Life!!!

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