martes, 19 de julio de 2011

Esperar lo inesperado


Tener poco sueño es lo que tiene, que puedes disfrutar de programas "normales" de la televisión, de aquellos que no todo el público entiende o le gusta, pero que al menos pueden aportarte ideas o pensamientos, en los cuales no caerías sin haber visto ese reportaje en cuestión.
Son programas en los que no hay gritos, ni peleas, ni insultos. En los que no salen payasos haciendo el ridículo, ni gente denigrándose por una cantidad cerrada de antemano.
Se podría decir que en ese horario nocturno, los programas que surgen son para gente ávida de experiencias y de utilizar su mente, aunque a veces también puedes disfrutar de alguna que otra divertida serie o buena película.

¿Os preguntáis a que viene la introducción de hoy? Bueno, pues tiene una contestación tan fácil como esta:

El título de la entrada de hoy se me ocurrió mirando la televisión ayer en el horario dónde se despiertan los búhos. Realmente, no es que se me ocurriera, si no que lo he extraído de una preciosa frase que decía así:

"Esperar es sólo el comienzo. Lo inesperado es lo que cambia nuestras vidas"

¡Y qué razón tiene!

Creo que la mayoría de nosotros pasamos nuestra vida esperando a que pasen las cosas. Esperamos a ser mayores. Esperamos a ser independientes. Esperamos a tener pareja. Esperamos a...

Siempre esperando algo que puede o no suceder.

Hace un tiempo, hablando con una amiga mía, me enteré que existe mucha gente que no sabe esperar. Que se pone nerviosa, que se inquieta, que llega incluso a rozar el histerismo según el tiempo que tenga que hacerlo. Yo no entiendo esa inquietud, puesto que va en contra del Slow Life que tanto defiendo. Eso no quiere decir que no me ponga nerviosa, que no desee saber que ocurrirá, o cuando llegará aquello que espero, pero si, que he aprendido a controlar mi temple.
Realmente, no sé si esta palabra, "temple", existe en el contexto que yo la uso. Pero creo que la he oído desde siempre en casa y aunque puede que la use mal, yo la utilizo para referirme a la virtud de la templanza. Para mi, controlar mi temple, es saber esperar. No alterarse porque las noticias no llegan y pensar que si ha de ser, así será.

En esta sociedad de la rapidez, el ahora ya, el inmediatamente, el estar conectados siempre para saber siempre las últimas noticias, esta palabra se va diluyendo entre las prisas de una vida cada día más ajetreada y más, (permitidme la licencia), manicomizada. Parece que todos estemos locos y encerrados en ese manicomio del saberlo todo ya, cuando no hay cosa más bonita y relajante que esperar con anhelo algo que sabes que al final llegará.

Me gusta esa frase. "Esperar es sólo el comienzo". Pues cada vez que esperas algo, vuelves a comenzar. "Lo inesperado es lo que cambia nuestras vidas". ¿Y no es así? Si sabes que algo ocurrirá, no te sorprende cuando llega. En cambio, si sabes que existe la posibilidad de que ocurra aunque no tengas la certeza que vaya a ocurrir, cuando esto al final pasa, es como un cambio en tu vida. Un cambio que solapa la pequeña agonía del comienzo de esperar. Un cambio que sea para bien o para mal, no deja de ser un cambio. Algo que hará mella en tú personalidad para siempre.

¿Qué sería del mundo sin esas esperas? ¿Qué podríamos esperar si supiéramos absolutamente todo lo que va a ocurrir? Si, bueno. Supongo que algunos debéis estar pensando que viviríamos más cosas en menos tiempo. Pero... ¿De que manera las viviríamos? 

¡¡Yo adoro regodearme en ello cuando algo me gusta!! 

Me encanta poder tomarme mi tiempo en una cena con amigos de los de siempre. Sin prisas, sin nadie que te diga que espabiles, sin nada que hacer después. Deleitándome con un buen y joven vino blanco mientras me embriago con los diferentes sabores de las suculentas viandas.

Y... ¿Sabéis qué?

Me gusta esperar lo inesperado. Me gusta que aquello que no espero, cambie mi vida. Aunque en el fondo rece cada noche para que ocurra.

Slow Life!!

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