miércoles, 15 de junio de 2011

Cómo ser millonario y no morir en el intento



Si hay una cosa que me enseñaron desde bien pequeña, era a ponerme en la situación del otro.
Con los años, me enteré que a eso se le llamaba empatía y descubrí que gracias a mi educación, era una maravillosa empatizadora, que podía estar en cualquier lugar, con cualquier tipo de gente, pasando totalmente desapercibida, si así lo quería, y sin desentonar.
Supongo que por ello, durante mi adolescencia, estuve dando tumbos de aquí para allá, buscando lo que realmente me gustaba, ya que empatizaba de tal manera con los grupos de gente a los que me acercaba, que imitaba su forma de vestir y su forma de actuar, y no podía discernir si eso me gustaba o no.
La verdad, para ser sincera, hasta que no pasé de los treinta, no me encontré a mi misma y no supe de veras que es lo que me gustaba y lo que no. Al menos, puedo decir que yo, al fin encontré mi camino.

¿A que viene tanta parrafada de empatía?

Pues a que ayer estuve viendo la lista de las diez personas más ricas de España, y lo primero que me vino a la cabeza es que podría empatizar perfectamente con ellas si hubiera oportunidad. Pero, luego, pensándolo detenidamente, me dije: ¿De veras podrías?

Como ya he dicho en alguna ocasión en este blog, no creo que sea nada fácil ser millonario/a. Siempre perfecto/a, siempre correcto/a, aunque, bueno... supongo que no siempre debe ser así y digo yo que en algún momento de su vida también deben desmelenarse, ¿No?

Yo siempre me he preguntado ¿Puede un millonario tener una vida normal? Por que la verdad es que no me veo yo a las Koplowitz yendo a pasear por un parque en tejanos, camiseta sin mangas y flip flop.
Y otra de las preguntas que yo me hago es: ¿ Trabajan todo el rato? Por que claro, todos tienen grandes empresas, lo que significa estar al pie del cañón, controlando todo sobre su negocio, pues ya se sabe lo que dicen: - El ojo del amo engorda al caballo -
Pero...uffff!!! Ha de ser agotador. Tener que estar siempre atento, siempre teniendo que tomar decisiones importantes, reuniones agotadoras, sin poder equivocarte, sin poder errar, y sobre todo sin poder ser tu mismo/a.

Los que leéis el blog, ya sabéis que estuve en Saint Tropez, disfrutando de alguna manera de ese modo de vida. Pues, cuando estuve allí, veía desde la terraza del apartamento de un amigo el puerto con sus yates de tres pisos, y me sorprendió una mañana, ver a un hombre de mediana edad, vestido con chinos y polo que leía el periódico en cubierta mientras una señorita con uniforme de marinero, le servía lo que supuse un café. Hasta aquí todo normal. Pero de pronto, aparecieron por unas escaleras, tres niñas, a cual mas perfectas, no tendrían mas de diez o doce años, pero sin decir nada, besaron su mejilla, se sentaron correctamente a la mesa y desayunaron lo que la marinera les sirvió.
¿Asi es la vida de los ricos? ¿Sin sonrisas, sin caricias no perfectas, sin una voz mas alta que la otra?
Te aseguro que enseguida evoqué los desayunos en el chalet de verano que tenían mis padres. La olor del café preparado por mi padre, inundaba la pequeña estancia de tres habitaciones, y lo primero que hacíamos los cuatro hermanos era correr hasta nuestro progenitor para besarle y abrazarle, mientras nos peleábamos entre nosotros para ver donde se sentaba cada uno. Recuerdo risas, empujones tontos, complicidad paternal, caricias maternales, pero sobre todo amor fraternal que esas tres niñas no me transmitieron, pues aunque eran clavadas, con lo cual sin duda eran hermanas, parecían tres totales desconocidas entre ellas, y con su padre. Todo perfecto, todo dispuesto para la galería.

Y yo me pregunto de nuevo: ¿Es así la vida de un millonario? Trabajo, posición, decisiones diarias que pueden hacerte perder millones, corrección, perfección. ¿No hay ni un solo momento de descanso? ¿Todo ha de ser correcto y perfecto a tu alrededor?
No creo que nunca lo sepa. Pues sabéis que yo no aspiro a ser millonaria, tan solo a tener el suficiente dinero como para poder comprar mi tiempo, y si eso, una casita con vistas al mar.

Aunque, como dice un amigo mío: ¿Millonarios? ¿A que precio? Perdiendo la libertad, la identidad, la personalidad. ¿Son esas las cosas que se pierden cuando tienes tanto dinero que sales en las listas de los más millonarios de España? Supongo que los millonarios también deben tener hobbies, ¿No?

Bueno, desde aqui, hago el llamamiento a todo aquel millonario que quiera permitirse un ratito para perder el tiempo contestando a mis preguntas. Y ya, si quiere hacer de mecenas y ayudarme a publicar mis libros, sería absolutamente fantástico.

¡¡¡No os riáis!!!! ¿Y por qué no puede ser que suene la flauta? A ver... ¿Quién te dice a ti que esta entrada de hoy no la esta leyendo el Sr. Ortega, (Zara), el Sr. Andic, (Mango), el Sr. Jové (Fadesa), el Sr. Roig, (Mercadona), el misterioso y joven empresario Daniel Maté, (Glencore) o las mismísimas hermanas Koplowitz.

¿Qué hubiera sido de Caravaggio sin el mecenazgo del cardenal Francesco Del Monte? ¿O de Horacio y Virgilio sin el de Cesar Augusto? ¿O de Masaccio, Donatello, Fra Angelico o del mismísimo Michelangelo, sin el mecenazgo de los Médici? ¿Cuántos pintores y escultores de la antiguedad no hubieran sido conocidos sin la ayuda y el mecenzago de aquellos que tenían el dinero para lograr que la sociedad conociera el arte de sus pupilos?
 
Pues eso... Si hay algún mecenas por allí que quiera realizar una inversión arriesgada pero altamente gratificante, ya sabe donde encontrarme.

Ahhh!!! Y no os olvidéis... Slow Life!!! Eso que nunca falte, seas millonario o un simple ser humano.

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