martes, 14 de junio de 2011

La locura de Camille Claudel

Es curioso lo fácil que cree la gente que es ponerse a escribir. Siempre he pensado que las personas que dicen eso jamás se han enfrentado a la soledad de una página en blanco.

Ese simple trozo de papel, ya sea físico o cibernético, es mucho más poderoso de lo que la gente imagina, pues cuando lo miras y no ves nada, es como si una fuerza poderosa te pusiera en contacto con tu yo interior, con tus pensamientos más escondidos, con tus deseos, con tus temores...
Es como enfrentarte a un espejo que ni siquiera refleja la realidad, si no todos aquellos mundos, todas las historias que tu mente puede llegar a imaginar.

Por ello, quien diga que escribir es fácil, miente.

No deja de extrañarme lo complejo que es el ser humano, cuando se pone a pensar sin estar influenciado por agentes externos. Cuando la única voz que le contesta es su propia mente mientras piensa que hacer o que decir... o mejor dicho... que plasmar sobre esa hoja en blanco.

Supongo que aquellos llamados artistas, los que saben que lo son, sin que nadie se lo diga, deben entenderme, ya sean dibujantes, pintores, escultores, escritores o músicos. Pues además de ser creadores de arte, se deben enfrentar a la parte más dura de esta profesión:

Darse a conocer para poder vivir de ello.

Muchas veces, y cambio un poco de tema. Mientras paseo por las calles llenas de cultura de París, me pregunto que debería pensar Camille Claudel mientras su, "compañero", Rodin, tenía el éxito que tuvo, cuando ella quedó completamente a la sombra, aunque fueran sus manos quienes realizaron muchas de las esculturas de la obra prima de Rodin, "Las puertas del infierno". O que debió pasarle por la mente, cuando poseída por el mal de amores, su familia la internó en un sanatorio mental durante los últimos treinta años de su vida.

Es terrible la tristeza de su existencia. Deseada por todos, amada por nadie, ni tan siquiera recordada por el mundo, pues su tumba sin nombre, desapareció bajo las remodelaciones del mismo sanatorio donde murió.

Desde aquí mi recuerdo para esa gran artista, casi desconocida y recordada muchas veces, sólo por ser la amante de Rodin o la hermana del poeta Paul Claudel.

Eso me da que pensar que el mundo del artista, siempre ha sido complicado. Tanto en obtener el éxito como en enfrentarse cada vez que quiere crear algo nuevo con su yo interior.
Quisiera matizar tan sólo un concepto, para que quedara claro. Para mí, hoy día, hay muchos artistas que se auto llaman así, pero que en el fondo no lo son, pues para mí, el verdadero artista, es aquel que quiere serlo siempre, no sólo ganar dinero con ello. Aquel que pone toda su alma, su corazón y sus pensamientos más intimos en cada obra que crea.

Solo así se puede crear arte. Y solo así se puede llegar al alma de quien te lee, te escucha o de quien disfruta viendo tu arte plasmado sobre un lienzo o dando vida a un trozo de piedra.

No me extraña, que Camille terminara loca perdida, (aunque me gustaría a mi haberla conocido para saber cuánto tenía de locura).
Es necesario ver tres de sus obras, Vertumno y Pomona, Valse, o L'Age Mur, para poder comprender que lo dio todo en su arte, incluso su propia cordura.


Slow Life y disfrutar del arte que os rodea.

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