jueves, 28 de abril de 2011

Lágrimas tardías para Anna Politkóvskaya



Sé que la esencia de la Odisea que escribo en este blog, se perdió hace tiempo cuando me di cuenta que no es tan fácil publicar una novela por los cauces legales. No tengo prisa, pues en mi camino hacia ese final, he descubierto lo más importante, que a la gente que me lee, le gusta lo que escribo, la manera en que me comunico y les interesa de veras aquello que relato, eso debería ser lo más importante para un escritor, y yo, que en mi humildad ya me considero escritora, aunque aún no haya publicado nada, doy las gracias por todos aquellos mensajes de apoyo y agradecimiento que me llegan a través de las redes sociales. Tan sólo quiero daros las gracias.

Aunque parezca que no viene al caso, he de decir que he estado a punto de escribir sobre el "Pupas y su juego sucio", pues aunque creo que el fútbol es tan solo una herramienta del gobierno que lo usa para distraer la atención hacia los verdaderos problemas, tal como hacían los romanos con su "Panem et circenses", ayer me indigné al ver como un ser tan patético puede manipular a su antojo la información y a su vez a algunos periodistas, (los que viven de la polémica y que para mi no lo son), que se dejan manipular por sus palabras.
No voy a gastar más de esas ciento dos palabras para hablar de ese tema, pues cuando terminó el partido, quise buscar en Internet los límites de la libertad de expresión y la influencia que tienen algunas personas, solo por salir en televisión, pero mi ordenador se volvió algo loco y acabó mostrándome el nombre de una persona totalmente desconocida para mí, que tras indagar sobre ella, terminó arrancándome unas lágrimas tardías que quería compartir con todos vosotros.

Anna Politkóvskaya fue una periodista pro derechos humanos que trabajaba en el único periódico que criticaba el gobierno de Vladimir Putin, el Novaya Gazeta. Fue asesinada en Moscú el siete de octubre de dos mil seis, por un asesino que le asestó varios tiros cuando ella entraba en su casa. El ejecutor conocía su dirección a la que se había mudado hace poco e incluso el código de la puerta.
Dicen que iba en contra del Presidente Putin, pero ella siempre decía que Putin le importaba bien poco, que sólo luchaba contra su forma de gobernar.
Con sus artículos denunció la situación en Chechenia, las torturas del ejercito, el genocidio que nadie investigó y las violaciones de los derechos humanos y amenazas de muerte que ella misma vivió en ese lugar cuando fue secuestrada por el propio ejercito ruso.
Ella se preguntaba entre otras muchas cosas: ¿Cuánta gente ha de morir en un lugar para que Occidente lo considere un Genocidio? Luchando incluso en contra de las opiniones de algunos de sus propios familiares que le decían: ¿De que sirve todo lo que haces? Vete a otro país y dedicate a otra cosa.

Yo me digo, que de haberlo hecho, aún seguiría viva. Pero una de sus normas era: "Prohibido Mentir"

¡¡Cuanto más leo sobre su vida, más me gusta esta mujer!!

Otra de las cosas que se preguntaba Anna, era si Putin conocía en su totalidad todo lo que en Chechenia ocurría. Esa pregunta la contestó el ministro de justicia de la época a unos periodistas europeos, cuando dijo: "El Presidente Putin, controla en su totalidad todo lo que ocurre en Chechenia". Este señor, cuando dejó de ser ministro, casualmente, acabó siendo el jefe del fiscal que investigó el asesinato de Anna y concluyó delante de toda la prensa europea, que su muerte fue causada por agentes externos a Rusia que deseaban acabar con Putin y con su Gobierno democrático.

Anna decía que los rusos tienen una superstición muy arraigada que es que nunca has de decir en voz alta lo que te da miedo, pues de esa manera podrías provocar que la tragedia ocurriera. Me pregunto cuantas cosas calló debido a esa superstición.
Ella decía que la libertad era una misión agotadora, pero su lucha no la llevó al agotamiento, si no a la muerte.

Y yo me pregunto simplemente: ¿Cómo vamos a cambiar el mundo si los que tienen el poder para hacerlo tan sólo buscan su propio beneficio?

Cambiando un poco de tema, aunque en verdad, sí tiene que ver con Anna, ayer llegó a mi correo un artículo que decían estaba escrito por un famoso escritor español, conocido por sus artículos polémicos donde usa un lenguaje no muy correcto, (al menos para mi gusto, y eso que cuando escribe libros, es espectacular), donde preguntaba a los españoles esto:

¿Sois idiotas?

Lo primero, es que al parecer, este artículo no era de este señor, si no de otro periodista que lo publicó el año pasado. Curiosamente, alguien lo difundió por Internet adjuntando una foto del escritor famoso, o al menos, así me llegó a mi.
Lo segundo, es que me da igual quien lo haya escrito. Nadie que quiera vivir de este arte, puede llamar o preguntar a sus lectores si son idiotas, pues por el mero hecho de leer, para mí, ya no lo son. Pero, es que además, es curioso como el que escribía, se desligaba completamente de esa idiotez, como si él fuera superior. No preguntaba: ¿Somos idiotas? Preguntaba, hasta siete veces en su artículo: ¿Sois idiotas?
¿Es que acaso él está fuera de esta sociedad que se enerva con el problema de los controladores aéreos pues les impide disfrutar de unas vacaciones y perdona que exista una diferencia de más de tres mil euros sin dietas y más de cinco mil euros con dietas entre el sueldo medio de un trabajador español y el sueldo de un diputado? ¿Es que "denunciar" o escribir sobre ello, lo exculpa de inmediato de la idiotez humana?
Los que escribimos, no estamos NUNCA por encima de los que leen. Sí, podemos denunciar. Sí, tenemos el don de transmitir lo que otros no saben como abarcar. Pero eso no nos excluye de ser parte de esos idiotas que seguimos aguantando que unos pocos tengan el poder de decidir que debemos hacer con nuestras vidas.

La única que no puede considerarse idiota, (al menos para mi), es Anna Politkóvskaya. Que denunció y vivió como una simple refugiada más los problemas de su país. Que se atrevió a luchar contra aquellos poderosos que demostraron que en verdad nuestra vida no nos pertenece. Que sin saberlo se dirigió a un suicidio, por defender la verdad, como tantos otros periodistas que nadie conoce y que también encontraron la muerte en su búsqueda de lo verdadero.

¡Qué miedo tiene la gente a esa simple y tan poderosa palabra! ¡Verdad!

Mis lágrimas, aunque tardías, son para la memoria de Anna.

Yo no tengo tu valor. Me pregunto si queda gente en el mundo que lo tenga.

Un beso allí donde estés.

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